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viernes, 9 de febrero de 2024

ACROSTICOS. Dedicados al amor (Segunda Parte)

 


Description

En esta segunda parte de Acrósticos (Dedicados al amor). Se continúa con el proceso de darle significado a las palabras a través de cada una de las letras que la forman. Sin embargo, ahora esas palabras se refieren al amor, con sus distintas aristas: filial, apasionado, el que se termina… Invitando por supuesto a disfrutar desde la interpretación de cada lector a darle el sentido que su imaginación le permita. Esto implica poner en juego la imaginación, los sentimientos… Es decir, la poesía encerrada en cada acróstico. La invitación es a deleitarse con la Primera y Segunda parte de estas publicaciones, escritas desde la emoción y la razón para formar nuevas ideas a través de su lectura.

En:


https://ko-fi.com/s/002d9a28dc



lunes, 31 de julio de 2023

Acróstico. Palabras julio y lunes.

 Finaliza el mes de julio pero inicia la semana, con el día lunes. Dos palabras, dos acrósticos:

Acrosticos por: Mireya Hidalgo 


Julio, mes que inclina al fragor

Un juego para la imaginación

Luz de sol, playa,  calor

Ilusiones hechas  canción

Ocasión para disfrutar del amor.


Lunes para mi es inicio

Una oportunidad para hacer

Nuevos comienzos, nuevo principio

Escalera para subir, para crecer

Sin mirar jamás, el precipicio.

viernes, 28 de julio de 2023

Anécdotas sobre: Simón Bolívar"

 Anécdotas sobre: Simón Bolívar

* Viajando hacia Nueva Granada Bolívar se detiene en Santa Rosa de Viterbo, observa una hermosa yegua y trata de comprarla, pero su propietario le dice que no, por miedo a perder la cría que, según un sueño de su mujer, Casilda “La agorera”, estaba destinada para un gran líder. Después de la Batalla de Boyacá, vuelve al pueblito y ve un cuatroañero que lo deslumbra por su hermosura, trata de comprarlo, pero su dueña opta por regalárselo. La mujer era Casilda y el hijo de la yegua del sueño, fue su caballo “Palomo”, noble animal que lo acompaño por muchos años. El sueño de Casilda, se hizo realidad. 

* En la Batalla de San Mateo Bolívar por poca mata a Boves, quien se acerca a la línea patriota desafiándolo a un duelo personal que aparentemente acepta y cuando el Jefe realista avanza para la confrontación cuerpo a cuerpo, ordena dispararle, pero los tiros no logran herirlo, naciendo el mito de un supuesto pacto con el diablo, que duraría poco, hasta el cinco de diciembre cuando muere en la Batalla de Úrica. Bolívar siempre recordó este episodio. 


En: “El quehacer diario de Bolívar” “Anecdotario del Libertador”

Simón Bolívar: "MI DELIRIO SOBRE EL CHIMBORAZO"

 


Mi delirio sobre el Chimborazo

Yo venía envuelto con un manto del Iris, desde donde paga su tributo el caudaloso Orinoco al dios de las aguas. Había visitado las encantadas fuentes amazónicas, y quise subir al atalaya del universo. Busqué las huellas de la Condamine y Humboldt; seguílas audaz, nada me detuvo; llegue a la región glacial; el éter sofocaba mi aliento. Ninguna planta humana había hollado la corona diamantina que puso las manos de la eternidad sobre las sienes excelsas del dominador de los Andes.

Yo me dije: este manto del Iris que me ha servido de estandarte ha recorrido en mis manos regiones infernales, surcado los ríos y los mares y subido sobre los hombros de los Andes; la tierra se ha allanado a los pies de Colombia, y el tiempo no ha podido detener la marca de la libertad. Belona ha sido humillada por el resplandor del Iris, ¿y no podré yo trepar sobre los cabellos canosos del gigante de la tierra?

Sí podré! y arrebatado por la violencia de un espíritu desconocido para mí que me parecía divino, dejé atrás las huellas de Humboldt empañado los cristales eternos que circuyen el Chimborazo.

Llegó como impulsado por el genio que me animaba, y desfallezco al tocar con mi cabeza la copa del firmamento; tenía a mis pies los umbrales del abismo.

Un delirio febril embargaba mi mente; me siento como encendido por un fuego extraño y superior, era el Dios de Colombia que me poseía.

De repente se me presenta el tiempo. Bajo el semblante venerable de un viejo cargado con los despojos de las edades; ceñudo, inclinado, calvo, rizada la tez, una hoz en la mano...

"Yo soy el padre de los siglos; soy el arcano de la fama y del secreto; mi madre fue la eternidad; los límites de mi imperio los señala el infinito; no hay sepulcro para mí, porque soy más poderoso que la muerte; miro lo pasado; miro lo futuro, y por mi mano pasa lo presente.

¿Por qué te envaneces niño o viejo, hombre o héroe?

¿Crees que es algo vuestro universo?

¿Que levantaros sobre un átomo de la creación es elevaros?

¿Pensáis que los instantes que llamáis siglos pueden servir de medida a mis arcanos?

¿Imagináis que habéis visto la santa verdad?

¿Suponéis locamente que vuestras acciones tienen algún precio a mis ojos?

Todo es menos que un punto a la presencia de lo Infinito que es mi hermano".

Sobrecogido de un terror sagrado, "¿cómo ¡oh Tiempo! -respondí-, no ha de desvanecerse el mísero mortal que ha subido tan alto? He pasado a todos los hombres en fortuna porque me he elevado sobre la cabeza de todos. Yo domino la tierra con mis plantas; llego al Eterno con mis manos; siento las presiones infernales bullir bajo mis pasos; estoy mirando junto a mí rutilantes astros, los soles infinitos; mido sin asombro el espacio que encierra la materia; y en tu rostro leo la historia de lo pasado y los pensamientos del destino".

"Observa, me digo: aprende, conserva en tu mente lo que has visto, dibuja a los ojos de los semejantes el cuadro del universo físico, del universo moral; no escondas los secretos que el cielo te ha revelado; di la verdad a los hombres".

La fantasma desapareció.

Absorto, yerto, por decirlo así, quedé exánime largo tiempo, tendido sobre aquel inmenso diamante que me servía de lecho. En fin, la tremenda voz de Colombia me grita; resucito, me incorporo, abro con mis propias manos mis pesados párpados: vuelvo a ser hombre y escribo mi delirio.



miércoles, 26 de julio de 2023

Carta de Simón Bolívar, a su maestro: Simón Rodríguez.

 Carta de Simón Bolívar a su Maestro: Simón Rodríguez.


Pativilca, 19 de enero de 1824

Al ¡Señor Don Simón Rodríguez!

¡Oh mi maestro! ¡Oh mi amigo! ¡Oh mi Robinson! ¡Vd. en Colombia!, Vd. en Bogotá, y nada me ha dicho, nada me ha escrito. Sin duda es Vd. el hombre más extraordinario del mundo; podría Vd. merecer otros epítetos, pero no quiero darlos por no ser descortés al saludar un huésped que viene del Viejo Mundo a visitar el nuevo; sí a visitar a su patria que ya no conoce, que tenía olvidada no en su corazón sino en su memoria. Nadie más que yo sabe lo que Vd. quiere a nuestra adorada Colombia. ¿Se acuerda Vd. cuando fuimos juntos al Monte Sacro en Roma a jurar sobre aquella tierra santa la libertad de la patria? Ciertamente no habrá Vd. olvidado aquél día de eterna gloria para nosotros; día que anticipo, por decirlo así, un juramento profético a la misma esperanza que no deberíamos tener.

Usted, Maestro mío, ¡cuánto debe haberme contemplado de cerca, aunque colocado a tan remota distancia!¡Con qué avidez habrá seguido usted mis pasos; estos pasos dirigidos muy anticipadamente por Vd. mismo! Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me señaló. Usted fue mi piloto, aunque sentado sobre una de las playas de Europa. No puede Usted figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que Vd. me ha dado; no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Vd. me ha regalado. Siempre presentes en mis ojos intelectuales, las he seguido como guías infalibles. En fin, usted ha visto mi conducta; usted ha visto mis pensamientos escritos, mi alma pintada en el papel, y Usted no habrá dejado de decirse: todo esto es mío, yo sembré esta planta, yo la regué, yo la enderecé tierna, ahora robusta, fuerte y fructífera, he aquí sus frutos; ellos son míos, yo voy a saborearlos en el jardín que planté; voy a gozar de la sombra de sus brazos amigos, porque mi derecho es imprescriptible, privativo a todo.

Sí, mi amigo querido, usted está con nosotros, mil veces dichoso el día que usted pisó las playas de Colombia. Un sabio, un justo más corona la frente de la erguida cabeza de Colombia. Yo desespero por saber qué designios, qué destino tiene usted; sobre todo mi impaciencia es mortal no pudiendo estrecharle en mis brazos; ya que no puedo volar hacia usted hágalo usted hacia mí; no perderá Vd nada; contemplará usted con encanto la inmensa patria que tiene, labrada en la roca del despotismo por el buril victorioso de los libertadores, de los hermanos de usted no se saciará la vista de usted delante de los cuadros, de los colosos, de los tesoros, de los secretos, de los prodigios que encierra y abarca esta soberbia Colombia. Venga usted al Chimborazo; profane usted con su planta atrevida la escala de los titanes, la corona de la tierra, la almena inexpugnable del Universo nuevo. Desde tan alto tenderá Vd. la vista; y al observar el cielo y la tierra, admirando el pasmo de la creación terrena, podrá decir: la pasada y la que viene; y ese trono de la naturaleza, idéntico a su autor será tan duradero, indestructible y eterno como el Padre del Universo.

¿Desde dónde, pues, podrá decir usted otro tanto tan erguidamente? Amigo de la naturaleza, venga usted a preguntarle a su edad, su vida y su esencia primitivas; usted no ha visto en ese mundo caduco más que las reliquias y los desechos de la próvida Madre. Allá está encorvada con el peso de los años, de las enfermedades y del hálito pestífero de los hombres, aquí está doncella, inmaculada, hermosa adornada por la mano misma del Creador. No, el tacto profano, del hombre, todavía no ha marchitado sus divinos atractivos, sus gracias maravillosas, sus virtudes intactas.

Amigo, si tan irresistibles atractivos no impulsan a Vd. a un vuelo rápido hacia mí, ocurriré a un apetito más fuerte. La amistad invoco.

Presente Vd. esta carta al Vicepresidente; pídale usted dinero de mi parte, y venga usted a encontrarme. 

Bolívar


Bibliografía:

Escritos del Libertador, volumen II, doc. 124, pág. 290-292

martes, 25 de julio de 2023

SIMÓN BOLÍVAR. Militar y político. Libertador de Venezuela, Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia. Biografia.

 


Biografia  de: "SIMÓN  BOLÍVAR "

Nació en Caracas el 24 de julio de 1783 y falleció en Santa Marta (Colombia) el 17 de diciembre de 1830.

Descendiente de una familia de origen vasco que se hallaba establecida en Venezuela desde fines del siglo XVI y que ocupaba en la provincia una destacada posición económica y social, Simón Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios era hijo de don Juan Vicente Bolívar y Ponte y doña María de la Concepción Palacios y Blanco. Tenía tres hermanos mayores que él: María Antonia, Juana y Juan Vicente. Hubo otra niña María del Carmen, que murió al nacer. Antes de cumplir tres años, Simón Bolívar perdió a su padre, fallecido en enero de 1786.

La educación de los niños corrió a cargo de la madre, una mujer de fina sensibilidad, pero también capaz de administrar los cuantiosos bienes que poseía la familia. Además de la herencia paterna. Simón era titular de un rico mayorazgo que había instruido para él en 1784 su primo Juan Félix Jerez y Aristiguieta. En su ciudad natal transcurrieron sus primeros años, con ocasionales viajes a las haciendas que la familia poseía en los valles de Aragua. En 1792, falleció su madre, doña Concepción. María Antonia y Juana contrajeron matrimonio bien pronto, y los dos varones de la familia, Juan Vicente y Simón, siguieron viviendo con el abuelo materno, don Feliciano Palacios, tutor de ambos. La casona de la familia daba frente a la plazuela de San Jacinto, en pleno centro de la ciudad. Al morir el abuelo, Simón quedó al cuidado de su tío y tutor Carlos Palacios.

En julio de 1795, cuando cumplía 12 años, sufrió una crisis muy propia de la primera adolescencia: huyó del lado de su tío para acogerse en la casa de su hermana María Antonia y de su marido. Hacia quienes sentía mayor afinidad afectiva. A consecuencia de estos hechos, que pronto se arreglaron favorablemente, Simón Bolívar pasó algunos meses como interno en la casa de Don Simón Rodríguez (1771-1854), quien regentaba entonces la escuela de las primeras letras de la ciudad. Entre aquél genial pedagogo y reformador social, y el niño Simón Bolívar, es estableció pronto una corriente de mutua comprensión y simpatía, que duraría tanto como sus vidas. Rodríguez se marchó de Caracas en 1797. Antes y después de ser alumno suyo, tuvo Bolívar otros maestros en Caracas, entre los cuales se cita a Carrasco y a Vides, quienes le dieron lecciones de escritura y de aritmética, a Fray Jesús Nazareno Zidardía, al presbítero José Antonio Negrete, profesor de Historia y de Religión, y a Guillermo Pelgrón, preceptor de latinidad. Recibió también lecciones particulares de Historia y de Geografía que le dio don Andrés Bello (1781- 1865), quien atesoraba ya en su juventud el caudal de conocimientos que habría de conducirlo con el tiempo a ser el primer humanista de América. La vocación de Bolívar era el ejercicio de las armas. En enero de 1797, ingresó como cadete en el Batallón de Milicias de Blancos de los valles de Aragua, del cual había sido Coronel años atrás su propio padre. No tenía aun 14 años cumplidos. En julio del año siguiente, cuando fue ascendido a subteniente, se anotaba en su hoja de servicios: “Valor: conocido; Aplicación: sobresaliente”. El adiestramiento práctico en los deberes militares lo combinaba Bolívar con el aprendizaje teórico de materias consideradas entonces la base de la formación castrense: las matemáticas, el dibujo topográfico, la física, etcétera, que aprendió en la Academia establecida en la propia casa de Bolívar por el sabio capuchino fray Francisco de Andújar desde mediados de 1798, y a la cual asistían también varios amigos de Simón. A comienzos de 1799, viajó a España. En Madrid, bajo la dirección de sus tíos Esteban y Pedro Palacios, y la rectoría moral e intelectual del sabio Marqués de Ustáriz, se entregó con pasión al estudio. Recibió la educación propia de un gentil hombre que se destinaba al mundo y al ejercicio de las armas: amplió sus conocimientos de historia, de literatura clásica y moderna y de matemáticas, inició el estudio del francés y aprendió también la esgrima y el baile, haciendo en todos rápidos progresos. La frecuencia de tertulias y salones pulió su espíritu, enriqueció su idioma, y le dio mayor aplomo. En Madrid conoció a María Teresa Rodríguez del Toro y Alaiza, de quien se enamora. A finales de 1800 pensaba en constituir un hogar, asegurarse descendencia y regresar a su país, para atender al fomento de las propiedades. Hubo un compás de espera: en la primavera de 1801, viajó a Bilbao, donde permaneció casi todo el resto del año. Hizo luego un breve recorrido por Francia, que le condujo hasta Paris y Amiens.

En mayo de 1802 estaba de nuevo en Madrid, donde contrajo matrimonio el día 26, con María Teresa. Los jóvenes esposos viajaron a Venezuela, pero poco duro la felicidad de Simón. María Teresa murió en enero de 1803. El joven viudo regresó a Europa a fines de ese mismo año y se estableció en Paris desde la primavera de 1804. En la capital del naciente Imperio francés, los placeres de una vida social, mundana, y los estímulos de orden intelectual, compartieron la atención de Bolívar, no menos que el espectáculo fascinante de una Europa en plena ebullición política. Frecuentó teatros, tertulias y salones, donde conoció a bellas mujeres, pero trato igualmente a sabios como Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland, y asistió a las conferencias y a los cursos libres de estudios donde se divulgaba los conocimientos y las teorías más recientes. En esta época de su vida, se entregó con pasión a la lectura. Se encontró de nuevo con Simón Rodríguez, cuyo saber y cuya experiencia hicieron de él un extraordinario compañero de conversaciones, lecturas y viajes. Fueron juntos a Italia, y cruzaron a pie la Saboya.

En Roma, un día de agosto de 1805, en el Monte Sacro, Bolívar juró en presencia de su maestro no dar descanso a su brazo, ni reposo a su alma hasta haber logrado libertar al mundo hispanoamericano de la tutela española. De nuevo se separaron Bolívar y Rodríguez. El primero regresó a París, en donde se afilió por poco tiempo a una logia masónica. A fines de 1806, al conocer los intentos realizados por el Precursor Miranda en Venezuela, Bolívar considero que había llegado el momento de volver a su patria. Se embarcó en un buque neutral que tocó en Charlestón en enero de 1807, recorrió una parte de los Estados Unidos, y regreso a Venezuela a mediados del mismo año. Vivió entonces como un joven aristócrata, atento al fenómeno de sus haciendas. En 1807 – 1808 sostuvo un sonado pleito con Antonio Nicolás Briceño por los linderos de una de ellas; pero pensó siempre en el porvenir del país. En las reuniones que él y su hermano Juan Vicente celebraban con sus amigos en la quinta de recreo que poseían en Caracas a orillas del río Guaire, se hablaba de literatura, pero también se hacían planes para la independencia de Venezuela. Llegó el 19 de abril de 1810. La junta establecida ese día nombró a Bolívar, en compañía de Luis López Méndez y de Andrés Bello, comisionado ante el Gabinete Británico. Cumplida su misión Bolívar regresó a Londres a fines del mismo año. En el seno de la Sociedad Patriótica de Caracas, fue uno de los más ardientes abogados por la Independencia, que el Congreso proclamó el 5 de julio de 1811. Bolívar se incorporó al Ejército y con el grado de coronel contribuyó en 1811, bajo las órdenes de Miranda, al sometimiento de Valencia. En 1812, a pesar de sus esfuerzos, no logró evitar que la plaza de Puerto Cabello, de la cual era Comandante, cayese en poder de las fuerzas realistas por una traición. A mediados de 1812, el general Miranda capituló ante el jefe español Domingo de Monteverde. En el puerto de la Guaita, un grupo de oficiales jóvenes, entre los cuales figuraba Bolívar, deseosos de continuar la lucha, arrestó al infortunado Precursor. Pero todos los esfuerzos fueron inútiles. Bolívar logró salvarse gracias a la hidalguía de un amigo suyo, don Francisco Iturbe, quien obtuvo un pasaporte para él. Se trasladó a Curazao, luego a Cartagena de Indias, donde redactó y publicó su Memoria dirigida a los ciudadanos de Nueva Granada por un caraqueño, uno de los escritos fundamentales, en el cual expone ya su credo político, así como como los principios que habrán de guiar su acción en los años futuros.

Comenzaron entonces sus fulgurantes campañas militares, en las cuales alternarán victorias y reveses hasta 1818, y a partir del año siguiente predominarán los triunfos. A la cabeza de un pequeño ejército, limpió de enemigos los márgenes del río Magdalena, tomó en febrero de 1813 la Villa de Cúcuta, e inició en mayo la liberación de Venezuela. La serie de combates y de hábiles maniobras que en tres meses le condujeron vencedor desde la frontera del Táchira hasta Caracas, a donde entró el 6 de agosto, merecen en verdad el nombre de Campaña Admirable con que se le conoce. A su paso por Trujillo en junio, había dictado el Decreto de guerra a muerte, con el objeto de afirmar el incipiente sentimiento nacional de los venezolanos. Poco antes, a su paso por la ciudad de Mérida, los pueblos le habían aclamado Libertador, título que le confirieron solemnemente en octubre de 1813 la Municipalidad y el pueblo de Caracas, y con el cual habrá de pasar a la historia. El período que va de agosto de 1813 a julio de 1814, la Segunda República, es en verdad el año terrible de la historia de Venezuela. La Guerra a Muerte hacia furor, y los combates y batallas indecisos, afortunados o perdidos se sucedían unos a otros con gran rapidez. A pesar de victorias como la de Araure, la de Bocachica, o la primera batalla de Carabobo, y de resistencias tan heroicas como la del campo atrincherado de San Mateo y de la ciudad de Valencia, tanto Bolívar como el General Santiago Mariño (quien había liberado antes el oriente del país), se vieron obligados a ceder ante el número de los adversarios, cuyo principal caudillo era el realista José Tomás Boves. Este triunfo en la Batalla de La Puerta (junio de 1814), y los patriotas se vieron en la necesidad de evacuar la ciudad de Caracas.

Se produjo una gran emigración hacia el oriente del país. Allí, Bolívar y Mariño vieron su autoridad desconocida por sus propios compañeros de armas. El Libertador hallo de nuevo fraterno asilo en las contiendas políticas internas y logró que la ciudad de Bogotá se incorporase a la Provincias Unidas. En mayo de 1815, hallándose frente a Cartagena, Bolívar abandonó el mando para evitar el estallido de la guerra civil. Asilado en Jamaica desde mayo hasta diciembre de 1815, aguardó impaciente el momento de intervenir de nuevo en la lucha. Mientras tanto, meditaba acerca del destino de Hispanoamérica y redactaba en septiembre la célebre Carta de Jamaica, donde abrazaba con penetrante comprensión y con visión profética el pasado, el presente y el porvenir del continente. Mientras que la derrota de Napoleón en Europa y la llegada a Venezuela de un poderoso ejército español al mando del general Pablo Morillo infundían nuevos ánimos a los partidarios de la causa realista, Bolívar tras escapar en Kingston del puñal de un asesino a sueldo, se trasladó a la República de Haití, en buscar de recursos para continuar la lucha. El presidente del aquél estado Alejandro Pétion, se los proporciono con magnanimidad. Pronto salió de Los Cayos una expedición al mando de Bolívar, que llegó en mayo de 1816 a la isla de Margarita y pasó poco después al continente. Carúpano fue tomado por asalto, y ahí dio Bolívar, el 2 de junio, un decreto que concedía la libertad a los esclavos. La expedición pasó luego al puerto de Ocumare de la Costa, en donde Bolívar se vio separado accidentalmente del grueso de sus fuerzas, y debió embarcarse de nuevo. Regresó a Haití, en donde organizó una segunda expedición que llegó a la isla de Margarita a fines del año. A comienzos de 1817, Bolívar se hallaba en Barcelona. Su objetivo era apoderarse de la Provincia de Guayana, y hacer de ella la base de la liberación definitiva de Venezuela. En julio, la capital de aquella provincia Angostura (hoy Ciudad Bolívar), era tomada por los patriotas. Se organizó de nuevo el estado de gobierno, el Consejo Superior de Guerra, la alta Corte de Justicia, el Tribunal del Consulado, y se preocupó por establecer un periódico (que aparecerá en junio de 1818),  El Correo del Orinoco. Entre tanto tuvo que luchar no sólo contra los españoles sino también contra la anarquía que se había insinuado en su propio campo: en octubre de 1817, tras un juicio militar al general Manuel Piar, uno de los principales jefes republicanos, era fusilado en Angostura.

Hacia esos mismos días, el Libertador dictaba la Ley de Repartición de Bienes Nacionales, que habrá de contribuir en fortalecer el sentimiento patriótico. En 1818, La Campaña del Centro se iniciaba bajo favorables auspicios, pues el Libertador logró sorprender en Calabozo al general realista Morillo, pero los republicanos fueron derrotados en el sitio de Semén. Días después en el Rincón de los Toros, Bolívar estuvo a punto de morir a manos de una patrulla realista, en plena noche. El 5 de junio, se hallaba de nuevo en Angostura. Llegaron entonces un agente diplomático de los Estados Unidos y gran número de voluntarios europeos. El Segundo Congreso de Venezuela, convocado por Bolívar, se reunió en Angostura el 15 de febrero de 1819. Ante él pronunció un discurso que es uno de los documentos fundamentales de su ideario político. Le presentó, también, un proyecto de constitución. Poco después, emprendía la campaña que debía de liberar a la Nueva Granada. El ejército tramontó los Andes por el inhóspito páramo de Pisba, y, tras los cruentos combates, en julio de 1819, de Gámeza y del Pantano de Vargas, obtuvo un triunfo decisivo en la batalla de Boyacá, el 7 de agosto. Días después, Bolívar entró en Bogotá. Dejando organizadas las provincias de la Nueva Granada bajo el mando del general Francisco de Paula de Santander, el Libertador regresó a Angostura, donde el Congreso, a propuesta suya, expidió la Ley fundamental de la República de Colombia en diciembre de 1819.

Este gran Estado, creación del Libertador, comprendía las actuales repúblicas de Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá. A estos acontecimientos que habían fortalecido la causa republicana, vino a sumarse la Revolución Liberal, que estalló en España en enero de 1820. La situación había cambiado. En todas partes los ejércitos de la República obtenían ventajas. Cartagena era sitiada, Mérida y Trujillo liberadas. El nuevo Gobierno español intentaba llegar a un acuerdo pacífico con los patriotas. Los comisionados de ambas partes firmaron en Trujillo, en noviembre de 1820, un Tratado de Armisticio y otro de Regularización de la Guerra. El libertador y el general Morillo se entrevistaron en el pueblo de Santa Ana. Algunos meses después, expirado el Armisticio, los ejércitos republicanos se ponían en marcha hacia Caracas. El 24 de junio de 1821 en la Sabana de Carabobo. Bolívar dio una batalla que decidió definitivamente la independencia de Venezuela. Los restos del ejercito realista se refugiaron en Puerto Cabello, que caerá en1823. El Libertador entró triunfante en su ciudad natal, en medio de la alegría de sus conciudadanos, el 29 de junio de 1821. Volvió ahora la mirada hacia el Ecuador, dominado todavía por los españoles. Por Maracaibo se dirigió a Cúcuta, en donde se hallaba reunido el Congreso, y de allí a Bogotá. En 1822, dos ejércitos patriotas trataron de liberar Quito: Bolívar condujo el del Norte, el general Antonio José de Sucre el del Sur partiendo de Guayaquil. La acción de Bomboná, dada por Bolívar en abril, quebrantó la resistencia de los pastusos, mientras la batalla de Pichincha, ganada por Sucre el 24 de mayo, liberaba definitivamente al Educador, que quedaba integrado a la gran República de Colombia. En Quito Bolívar encontró a Manuela Sáenz, el gran amor de los últimos años de su vida. El 11 de julio, Bolívar se hallaba en Guayaquil, en donde desembarcaba el día 25 el general José de San Martín, procedente del Perú. Allí se abrazaron y se entrevistaron los dos ilustres capitanes de la independencia suramericana. Lo que conferenciaron en privado consta en los documentos auténticos emanados de Bolívar y su Secretaría General. El objetivo principal del general San Martín, que era negociar sobre el destino futuro de Guayaquil, no pudo realizarse, puesto que la Provincia se había incorporado ya a la República de la Gran Colombia. A mediados de1823, la situación político – militar del Perú se había deteriorado muchísimo. Llamado por el Congreso y el pueblo de aquella Nación, el Libertador se embarcó en Guayaquil el 7 de agosto y llegó a comienzos de septiembre a El Callao.

La anarquía reinaba entre los patriotas. Bolívar, facultado únicamente para dirigir las operaciones militares, se dedicó con tesón a reorganizar el ejército, dándole como núcleo central los cuerpos que le habían acompañado desde Guayaquil. En enero de 1824 Bolívar se hallaba enfermo de cuidado en Pativilca, en la costa de Perú, donde recibió la noticia de que la guarnición de El Callao se había pasado a los realistas. Ante tantas dificultades, su indomable espíritu se manifestó en su exclamación famosa: “¡Triunfar!”. Lima cayó en manos de los realistas, pero el Congreso de Perú, antes de disolverse, nombró a Bolívar Dictador –como en la antigua República Romana- con facultades ilimitadas para salvar el país. El acepto serenamente tan tremenda responsabilidad. Retirado a Trujillo, trabajo infatigablemente. Su genio y su fe en el destino de América operaron el milagro. Emprendió la ofensiva, y el 6 de agosto de 1824, derrotó al ejército Real del Perú. La campaña continuaba y mientras Bolívar entraba en Lima y establecía el sitio de El Callao, el general Sucre en Ayacucho ponía el sello definitivo a la libertad de americana el 9 de diciembre de 1824. Dos días antes, desde Lima, Bolívar había dirigido a los gobiernos de Hispanoamérica una invitación para enviar sus plenipotenciarios al Congreso que habría de reunirse en Panamá, el cual efectivamente se celebró en junio de 1826. Había terminado la fase militar de la Independencia. El 10 de febrero de 1825, ante el Congreso peruano reunido en Lima, Bolívar renunciaba a los poderes ilimitados que le habían sido conferidos. Dos días más tarde aquel cuerpo decretaba honores y recompensas al Ejército y al Libertador, pero éste no aceptó el millón de pesos que se le ofrecían particularmente. Salió luego de la capital para visitar Arequipa, El Cuzco y las provincias que entonces se llamaban del Alto Perú.

Estas se constituyeron en nación, y lo hicieron bajo la égida del héroe: “República Bolívar”, se llamó la que hoy conocemos con el nombre de Bolivia. Para el nuevo estado Bolívar redactó en 1826 un Proyecto de Constitución en el cual están expresadas sus ideas para la constitución del orden y la independencia de los países recién emancipados. Entre tanto, una Revolución acaudillada por el General Páez –“La Cosiata”- había estallado en Venezuela contra el gobierno de Bogotá, en abril de 1826. Bolívar regresó a Caracas y logró restablecer la paz a comienzos de 1927. Sin embargo, las fuerzas de disociación predominaban sobre las tendencias aglutinadoras. Bolívar se distanciaba más, política y personalmente del vicepresidente Santander, hasta que sobrevino la ruptura total. El 5 de julio de 1827 Bolívar salía por última vez de Caracas, se embarcó en La Guaira, y por la vía de Cartagena llegaba a Bogotá. Allí, el 10 de septiembre, prestó ante el Congreso Juramento como Presidente de la República. La Convención Nacional reunida en Ocaña en 1828 se disolvió sin que los diversos partidos hubiesen logrado ponerse de acuerdo. Bolívar, aclamado Dictador, escapó a Bogotá, en septiembre de aquel año, a un atentado contra su vida. Poco después, hubo de ponerse en campaña para enfrentarse a las fuerzas de Perú, que habían penetrado en el Educador, en donde permaneció durante casi todo el año de 1829. A pesar de estar enfermo y de sentirse cansado, luchó para salvar su obra. A Comienzos de 1830 volvió a Bogotá para instalar el Congreso Constituyente. Venezuela se agitó de nuevo y se declaró estado independiente. En la Nueva Granada, la oposición crecía y se fortalecía. El Libertador, cada vez más enfermo, renunció a la Presidencia y emprendió viaje hacia la costa. La noticia del asesinato del mariscal Sucre, que recibió en Cartagena, le afectó profundamente. Pensó marchar a Europa, pero la muerte le sorprendió en San Pedro Alejandrino, una hacienda situada, en las cercanías de Santa Marta, el 17 de diciembre de 1830. Días antes, tras recibir los auxilios espirituales de un sacerdote, el 10 había  dirigido a sus compatriotas su última proclama, que es su testamento político. Sobresalió entre sus contemporáneos por sus talentos, su inteligencia, su voluntad y abnegación, cualidades que puso íntegramente al servicio de una grande y noble empresa: la de liberar y organizar para la vida civil a muchas naciones que hoy ven en él a un Padre. Sus restos mortales, traídos a Venezuela con gran pompa en 1842, reposan hoy en el Panteón Nacional, en Caracas.

 

Bibliografía:

Diccionario Biográfico.1640 Figuras de Venezuela. Editorial Globe. Caracas.2009. Págs. 114 a 119.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

lunes, 24 de julio de 2023

Simon Bolívar. Acróstico

 Acróstico. Palabras: SIMÓN BOLÍVAR. 


SIMÓN BOLÍVAR


Símbolo de la libertad

Independizó por honor cinco países

Monumento de la confraternidad

Óptimo guerrero en días grises

Natural fue su heroísmo y hermandad.


Bolívar, Simón Bolívar…

¡Oh! Grandioso venezolano

Legado libertario en su andar

Íntegro latinoamericano

Valiente, tenaz, al liberar

A cinco naciones que como hermano

Reunió, para una América justa lograr.