Por Mireya Hidalgo
Las motivaciones que puede tener una persona para volcarse a la lectura pueden ser de muy diversa índole. En este caso particular cuando se habla de motivaciones, se asocia con acciones que se realizan por voluntad propia, por lo que quedan excluidas aquellas que obedecen a la obligación o son impuestas por factores externos al individuo. Dice Pennac (1995), que el verbo leer no admite el imperativo y lo compara con otros verbos como “soñar”, “amar”, que no pueden ser impuestos a una persona, sino que se hace o no se hace, pero siempre por voluntad propia.
La experiencia a lo largo de la historia de la lectura ha dado pruebas suficientes para constatar que cuando una persona es obligada a leer los resultados son, generalmente, contrarios a lo que se esperaba. Existen más probabilidades de que sienta rechazo por la lectura, que motivación hacia ella. El gusto por la lectura depende de emociones, motivaciones, intereses, pero no de obligaciones. Es común que la obligación de leer, que se impone a nivel escolar pueda generar efectos negativos sobre el individuo durante toda su vida. ¿Cuáles son las motivaciones que llevan a qué el individuo se interese por leer?
Seguramente la lista puede ser interminable y dependerá de cada individuo y de cada contexto en particular. Pero, a decir de Bamberger (1975), se puede intentar hacer una breve lista de motivaciones:
*La primera motivación para leer es el placer de practicar con las recién adquiridas habilidades lectoras, el deleite que producen la actividad intelectual y el dominio de una destreza mecánica. Si el maestro responde a esta motivación dando facilidades, y proporcionando materiales adecuados a la edad los niños responden muy bien. Al buen lector le gusta leer.
* La tendencia a usar y ejercitar actitudes intelectivo-espirituales como la fantasía, el pensamiento, la voluntad, la simpatía, la capacidad identificadora, etc.
* La necesidad de relacionarse con el mundo, de enriquecer la propia mentalidad y de tener experiencias intelectuales.
Estas motivaciones e intereses íntimos, por lo común no se perciben conscientemente. Corresponden a determinadas maneras de vivir y resumir su experiencia: agrado de encontrarse con cosas y gentes que le son familiares (libros de ambiente y costumbres) o, por el contrario desconocidas y novedosas (libros de viajes y aventuras); ansias de escapar de la realidad y vivir en un mundo de fantasía (cuentos de hadas, historias fantásticas, libros de utopías); necesidad de autoafirmarse, búsqueda de ideales (biografías); afán de formación, de buenos consejos, de conocimientos provechosos (literatura de no ficción); ganas de distraerse y divertirse, necesidad de entretenimiento y esparcimiento (libros de deportes, de caza, de curiosidades, etc.).
Venegas citada por Ravera y Schiavo, (1998). Exponen que se puede leer para: a) satisfacer la curiosidad y la necesidad de información; b) resolver conflictos y satisfacer necesidades de tipo emocional; c) enriquecer el mundo interior; como herramienta de aprendizaje; para solucionar problemas; e) para recibir información que permita al lector estar integrado a la vida de su comunidad, ganando seguridad con esta identificación; f) encontrar en la lectura la posibilidad de fantasear, descansar, soñar, imaginar. La lectura no sólo es beneficiosa para el individuo, sino que acompaña el desarrollo de la sociedad.
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