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miércoles, 26 de julio de 2023

Carta de Simón Bolívar, a su maestro: Simón Rodríguez.

 Carta de Simón Bolívar a su Maestro: Simón Rodríguez.


Pativilca, 19 de enero de 1824

Al ¡Señor Don Simón Rodríguez!

¡Oh mi maestro! ¡Oh mi amigo! ¡Oh mi Robinson! ¡Vd. en Colombia!, Vd. en Bogotá, y nada me ha dicho, nada me ha escrito. Sin duda es Vd. el hombre más extraordinario del mundo; podría Vd. merecer otros epítetos, pero no quiero darlos por no ser descortés al saludar un huésped que viene del Viejo Mundo a visitar el nuevo; sí a visitar a su patria que ya no conoce, que tenía olvidada no en su corazón sino en su memoria. Nadie más que yo sabe lo que Vd. quiere a nuestra adorada Colombia. ¿Se acuerda Vd. cuando fuimos juntos al Monte Sacro en Roma a jurar sobre aquella tierra santa la libertad de la patria? Ciertamente no habrá Vd. olvidado aquél día de eterna gloria para nosotros; día que anticipo, por decirlo así, un juramento profético a la misma esperanza que no deberíamos tener.

Usted, Maestro mío, ¡cuánto debe haberme contemplado de cerca, aunque colocado a tan remota distancia!¡Con qué avidez habrá seguido usted mis pasos; estos pasos dirigidos muy anticipadamente por Vd. mismo! Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me señaló. Usted fue mi piloto, aunque sentado sobre una de las playas de Europa. No puede Usted figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que Vd. me ha dado; no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Vd. me ha regalado. Siempre presentes en mis ojos intelectuales, las he seguido como guías infalibles. En fin, usted ha visto mi conducta; usted ha visto mis pensamientos escritos, mi alma pintada en el papel, y Usted no habrá dejado de decirse: todo esto es mío, yo sembré esta planta, yo la regué, yo la enderecé tierna, ahora robusta, fuerte y fructífera, he aquí sus frutos; ellos son míos, yo voy a saborearlos en el jardín que planté; voy a gozar de la sombra de sus brazos amigos, porque mi derecho es imprescriptible, privativo a todo.

Sí, mi amigo querido, usted está con nosotros, mil veces dichoso el día que usted pisó las playas de Colombia. Un sabio, un justo más corona la frente de la erguida cabeza de Colombia. Yo desespero por saber qué designios, qué destino tiene usted; sobre todo mi impaciencia es mortal no pudiendo estrecharle en mis brazos; ya que no puedo volar hacia usted hágalo usted hacia mí; no perderá Vd nada; contemplará usted con encanto la inmensa patria que tiene, labrada en la roca del despotismo por el buril victorioso de los libertadores, de los hermanos de usted no se saciará la vista de usted delante de los cuadros, de los colosos, de los tesoros, de los secretos, de los prodigios que encierra y abarca esta soberbia Colombia. Venga usted al Chimborazo; profane usted con su planta atrevida la escala de los titanes, la corona de la tierra, la almena inexpugnable del Universo nuevo. Desde tan alto tenderá Vd. la vista; y al observar el cielo y la tierra, admirando el pasmo de la creación terrena, podrá decir: la pasada y la que viene; y ese trono de la naturaleza, idéntico a su autor será tan duradero, indestructible y eterno como el Padre del Universo.

¿Desde dónde, pues, podrá decir usted otro tanto tan erguidamente? Amigo de la naturaleza, venga usted a preguntarle a su edad, su vida y su esencia primitivas; usted no ha visto en ese mundo caduco más que las reliquias y los desechos de la próvida Madre. Allá está encorvada con el peso de los años, de las enfermedades y del hálito pestífero de los hombres, aquí está doncella, inmaculada, hermosa adornada por la mano misma del Creador. No, el tacto profano, del hombre, todavía no ha marchitado sus divinos atractivos, sus gracias maravillosas, sus virtudes intactas.

Amigo, si tan irresistibles atractivos no impulsan a Vd. a un vuelo rápido hacia mí, ocurriré a un apetito más fuerte. La amistad invoco.

Presente Vd. esta carta al Vicepresidente; pídale usted dinero de mi parte, y venga usted a encontrarme. 

Bolívar


Bibliografía:

Escritos del Libertador, volumen II, doc. 124, pág. 290-292

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