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viernes, 23 de junio de 2023

ENSAYO (I Parte) La narración oral como elemento de preservación, del acervo cultural.

 

1.- Antecedentes remotos de la narración oral.

“Había una vez un hombre ciego que se dedicaba a cantar y contar, días tras día, por las calles de cada uno de los centros poblados de la Gracia Antigua” …

Según González y Yánez (1985), 500 A. de C. los hombres aún no habían perdido la capacidad de sentir placer al acercarse a un discurso encantado que fluía como rayo de luz libremente de la boca de esos aedos y rapsodas, nunca bien recordados e injustamente olvidados, que se encargaban, en todo caso, de mantener vivas las creencias y costumbres, además de transmitir la historia, logrando que cada griego se sintiera identificado con su pasado y reafirmado en su presente. Los “aedos” eran los primitivos poetas o cantores de Grecia, que recitaban al son de la cítara o del phorminx. Fueron anteriores a Homero y compusieron de una manera bastante regular y en forma poética. Sus coetáneos los rapsodas, iban de pueblo en pueblo recitando poesías, ya originales, ya compuestas por otros. 

La exposición o recitado se hacía, en un principio, a modo de canto con acompañamiento de cítara; después se suprimió el instrumento y el recitado degeneró poco a poco hasta ser una simple declamación en la cual el declamante tenía una varilla en la mano. Las poesías que se recitaban eran preferentemente épicas y las más de las veces homéricas, las cuales debieron su propagación principalmente a los rapsodas, los cuales errantes de un lugar a otro, se introducían en los palacios de los reyes y magnates, en las fiestas y asambleas.Representaban -para la época- el medio informativo y recreativo por excelencia. Los trovadores se dedicaban a la creación escrita de versos que generalmente recitaban en las cortes. Estos se relacionaban con los juglares por el trabajo oral ante un público, los separaban sus intereses de clases: unos encarnaban a la base popular, los otros a la élite cortesana. A decir de Menéndez (1962), en España los juglares y trovadores en la Edad Media se definían como:

 “Aquellos que se ganaban la vida actuando ante un público, para recrearles con la música, con la literatura, la charlatanería, juegos de manos, acrobatismo, mímica, etcétera” (pag.12).

2.- Papel de la narración oral en las sociedades ágrafas.

Dentro de una sociedad puede existir o no el oficio de narrador, pero lo que nunca faltará en todos los lugares, en todos los grupos son individuos que experimentan un gran placer contando historias, y a veces con talento. A menudo son personas de avanzada edad, poseedores de una impresionante memoria, herederos de una tradición cuyos orígenes se hunden en el principio de los tiempos. Es posible encontrar, también, narradores ocasionales, testigos de algún acontecimiento dramático que los haya “marcado”,  jóvenes o viejos poseedores a la vez de un oficio determinado dentro de la comunidad.

 En las sociedades ágrafas los relatos orales tienen importancia singular, porque pueden construir la historia de un clan, de una comunidad. Estos relatos a veces se dan de forma contada, recitada o sencillamente hablada. Hay etnias cuyos relatos relacionados con sus orígenes están en manos de viejos especialistas, sabios conocedores de una historia tan celosamente guardada y protegida que incluso emplean una terminología particular –no del uso diario en la comunidad- para su transmisión. Generalmente en estos casos la narración de historias está relacionada con ritos y ceremonias de carácter sagrado, contentivas de creencias y cargadas de gran simbolismo.

La herencia oral de algunos pueblos africanos es depositada, actualmente, en los llamados tradicionalistas, ellos constituyen la memoria viviente, testigos del acontecer en ese inmenso territorio que es África. Dentro de ese contexto Vansina 1982, hace referencia a que las civilizaciones africanas al sur del Sahara y al sur del desierto eran en gran parte, culturas de la palabra, aun cuando la escritura era conocida, como en África occidental desde el siglo XVI, porque saber escribir era patrimonio de muy pocas personas y porque las misiones de los escritos eran frecuentemente marginales con relación a las preocupaciones esenciales de la sociedad. De acuerdo a las distintas regiones y lenguas se los llama Doma, Silatigi o Tchiorinke, es decir, “conocedores” o Donikéba, “hacedores de conocimiento”. En general, todos ellos son los grandes poseedores de la palabra y tienen como obligación principal la transmisión exacta de la verdad.

Por su parte Hamte (1982), agrega que una de las particularidades de la memoria africana es la de restituir el acontecimiento o el relato registrado, en su totalidad como una película que se desarrolla desde el principio hasta el final, y de restituirlo como si sucediera ahora. No se trata de una memorización, sino de la reposición actual de un acontecimiento pasado en el que todos, narrador y oyente participan. Todo el arte del narrador está ahí. No es el narrador el que no llega a inferir algo tal como ha sucedido en vivo, de tal manera que sus oyentes, como él mismo, se convierten en los testigos vivientes y activos.

La narración oral, en el pasado se constituyó en un medio de preservación cultural, de las costumbres, de entretenimiento, de medio de comunicación entre los pueblos. Es esa su relevancia y de allí el interés en retomarla como elemento de preservación de las creencias populares: cuentos, leyendas, mitos, adivinanzas, trabalenguas, con el propósito de que se constituyan en factor para afianzar la identidad, conocer las raíces más profundas del acervo que representa el saber del pasado, para reconocerlo como conocimiento fundamental en la constitución de la historia. Porque, así como los pueblos de la antigüedad tuvieron mitos y leyendas, los aborígenes de América Latina, también los poseyeron, y de hecho así es como aun, se comunican los saberes ancestrales, y por la ausencia de la cultura letrada. 

Es esta la condición que le da vigencia a la narración oral, porque a pesar del avance de la mayoría de los grupos sociales en el mundo, todavía persisten muchos pueblos que conservan en su condición ancestral, la costumbre de usar la oralidad como elemento fundamental para conocer el pasado, valores, y una serie de actividades que les permiten su permanencia inmutable, aun con el progreso social alcanzado por el resto de los pobladores del planeta. Por lo anteriormente señalado, es conveniente citar a Carmona (2006), cuando expresa que:


“La palabra entonces viene siendo forjadora y razón de ser del universo y al mismo tiempo es la que define al hombre” (pág.17).


3.- Preámbulo de la narración oral desde las bibliotecas y la educación.

Nace en los países escandinavos, a principios del siglo XX, pasa a Inglaterra y a Estados Unidos, asociado a la “hora del cuento” en las bibliotecas. Finalmente es utilizado como recurso en procesos de enseñanza – aprendizaje. Sus comienzos están vinculados a sus fuentes, los libros, y a los niños, quienes están en mejores condiciones de aceptarlos. Efectivamente, el abordaje de actividades de narración oral, desde la experiencia educativa regional y local se enfoca en la tradicional oral recogida en los textos escritos, bien sea en los específicos de la lengua y literatura, adecuado a cada nivel educativo, o bien desde recopilaciones o creaciones de autores dedicados a esta actividad.

 Generalmente en las bibliotecas públicas se forman los grupos de Cuenta – Cuentos con el propósito de incentivar el hábito lector desde los cuentos, mitos y leyendas tradicionales, que se han recopilado y publicado, y constituyen parte importante de las colecciones bibliográficas, de las salas infantiles de las bibliotecas públicas. Porque, aunque la actividad de narrar oralmente se dedique a los más pequeños como una forma de darles a conocer sus raíces culturales, los adultos disfrutan tanto como ellos, de estas presentaciones.

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