JUAN RAMÓN JIMENEZ.
(Moguer, 1881 - San
Juan de Puerto Rico, 1958) Poeta español. Su lírica evolucionó desde las
últimas derivaciones del modernismo hacia una poesía a la vez emotiva e
intelectualista. Tras cursar el bachillerato en el colegio de los jesuitas de
Puerto de Santa María (Cádiz), ingresó en la Universidad de Sevilla para
estudiar derecho, carrera que abandonó para seguir su vocación artística. Aunque
inicialmente quiso ser pintor, pronto se orientó hacia la poesía, animado por
la lectura de Rubén Darío
y de los escritores románticos. Sus primeras colaboraciones en la revista
madrileña Vida Nueva fueron acogidas con entusiasmo por los modernistas,
por lo que decidió trasladarse a Madrid en 1900 y publicar ese mismo año sus
dos primeros volúmenes de versos, Ninfeas y Almas de violeta,
títulos que le fueron sugeridos por Ramón del
Valle-Inclán y Rubén Darío.
De carácter melancólico y depresivo, la repentina
muerte de su padre le causó fuertes crisis nerviosas que lo obligaron a pasar
largas temporadas en sanatorios de Burdeos y Madrid. A esta época corresponden
los libros Rimas (1902), Arias tristes (1903) y Jardines
lejanos (1904), que configuraron una poética más en la línea de Gustavo Adolfo
Bécquer, impregnada de musicalidad, nostalgia y amor por la naturaleza, con
metros sencillos en los que predomina el octosílabo y un ritmo fluido. Entre
1905 y 1912 el autor vivió en su pueblo natal, entregado a la lectura y
admirando la vida campesina andaluza. Este acercamiento al mundo rural se
tradujo en un nuevo sentimentalismo que, sin abandonar la languidez inicial, se
enriqueció con impulsos apasionados y juveniles. En los escenarios
crepusculares de pálidos jardines, decadentes ensueños y estancias silenciosas,
aparecieron por primera vez colores brillantes e imágenes de mujeres desnudas
que tiñeron los versos de erotismo.
En este período escribió varios volúmenes de
orientación modernista: Elegías (1908-1910), Olvidanzas (1909), La
soledad sonora (1911), Poemas mágicos y dolientes (1911), Melancolía
(1912) y Laberinto (1913), así como el libro en prosa Platero y yo
(1914), tierna elegía a un borriquillo que se convirtió en uno de sus textos
más célebres. De regreso a Madrid conoció a Zenobia Camprubí, española educada
en Estados Unidos, con la que se casó en Nueva York en 1916. La vitalidad y las
constantes atenciones de Zenobia influyeron decisivamente en el nuevo rumbo que
adoptó su trayectoria poética. Tanto en los Sonetos espirituales (1914)
como en Estío (1916) se anunciaba un cambio formal que culminó en el Diario
de un poeta recién casado (1917), escrito casi en su totalidad durante la
travesía del Atlántico. Según declaró el autor, el constante movimiento de las
olas le transmitió la obsesión por el ritmo y lo llevó a abandonar las
estructuras estróficas tradicionales, y a cultivar el verso libre. Al mismo
tiempo, la ornamentación modernista desapareció en favor de un lenguaje sobrio
y desnudo, que huyó de la vaguedad y aspiró a la precisión absoluta.
Muestra de ello son las composiciones de Eternidades
(1918), Piedra y cielo (1919), Poesía (1923) y Belleza
(1923), donde eliminó todo aquello que no tendiese a la esencia poética y a la
plenitud espiritual y estética. Este giro hacia la «poesía pura» ejercería una
gran influencia en la obra inicial de los poetas de la generación del 27,
particularmente en Jorge Guillén,
Pedro
Salinas, Federico
García Lorca, Rafael
Alberti, Dámaso
Alonso y Vicente
Aleixandre. El autor intentó llevar al ámbito de la prosa las conquistas
obtenidas en sus versos y escribió la serie de retratos líricos que integraron
el libro Españoles de tres mundos (1942), aparecido en su mayor parte en
la revista Índice. Paralelamente, incitado por un afán de depuración
máxima, sometió su obra a una permanente revisión. Fruto de esta inquietud son
las colecciones de textos Unidad (1925), Obra en marcha (1928), Sucesión
(1932), Presente (1933) y Hojas sueltas (1935), que incluyeron
páginas susceptibles de ser reelaboradas con posterioridad.
Tras la publicación de Cántico
(1935), el estallido de la Guerra Civil interrumpió la labor creadora del
poeta, que fue nombrado agregado cultural en Washington. Después de vivir en
Estados Unidos y Cuba se instaló en Puerto Rico, donde enseñó en la universidad
y se dedicó a retocar gran parte de su obra. A esta última época pertenecen los
libros La estación total (1946), Romances de Coral Gables (1948)
y Animal de fondo (1949), en los que la búsqueda de la belleza total se
plasmó a través de una visión intelectualista y metafísica, en función de la
cual su poesía se transformó en un "dios deseante y deseado", con
conciencia de la divinidad y con manifestación inefable de lo eterno. Juan
Ramón Jiménez fue galardonado con el premio Nobel de Literatura en 1956.
Fuente: Biografiasyvidas.com
Imagen: Google imagenes.
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