Biografia de: "SIMÓN BOLÍVAR "
Nació en Caracas el 24 de julio de 1783 y
falleció en Santa Marta (Colombia) el 17 de diciembre de 1830.
Descendiente de una familia de origen
vasco que se hallaba establecida en Venezuela desde fines del siglo XVI y que
ocupaba en la provincia una destacada posición económica y social, Simón
Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios era hijo de don Juan Vicente
Bolívar y Ponte y doña María de la Concepción Palacios y Blanco. Tenía tres
hermanos mayores que él: María Antonia, Juana y Juan Vicente. Hubo otra niña
María del Carmen, que murió al nacer. Antes de cumplir tres años, Simón Bolívar
perdió a su padre, fallecido en enero de 1786.
La educación de los niños corrió a cargo
de la madre, una mujer de fina sensibilidad, pero también capaz de administrar
los cuantiosos bienes que poseía la familia. Además de la herencia paterna.
Simón era titular de un rico mayorazgo que había instruido para él en 1784 su
primo Juan Félix Jerez y Aristiguieta. En su ciudad natal transcurrieron sus
primeros años, con ocasionales viajes a las haciendas que la familia poseía en
los valles de Aragua. En 1792, falleció su madre, doña Concepción. María
Antonia y Juana contrajeron matrimonio bien pronto, y los dos varones de la
familia, Juan Vicente y Simón, siguieron viviendo con el abuelo materno, don
Feliciano Palacios, tutor de ambos. La casona de la familia daba frente a la
plazuela de San Jacinto, en pleno centro de la ciudad. Al morir el abuelo,
Simón quedó al cuidado de su tío y tutor Carlos Palacios.
En julio de 1795, cuando cumplía 12 años,
sufrió una crisis muy propia de la primera adolescencia: huyó del lado de su
tío para acogerse en la casa de su hermana María Antonia y de su marido. Hacia
quienes sentía mayor afinidad afectiva. A consecuencia de estos hechos, que
pronto se arreglaron favorablemente, Simón Bolívar pasó algunos meses como
interno en la casa de Don Simón Rodríguez (1771-1854), quien regentaba entonces
la escuela de las primeras letras de la ciudad. Entre aquél genial pedagogo y
reformador social, y el niño Simón Bolívar, es estableció pronto una corriente
de mutua comprensión y simpatía, que duraría tanto como sus vidas. Rodríguez se
marchó de Caracas en 1797. Antes y después de ser alumno suyo, tuvo Bolívar
otros maestros en Caracas, entre los cuales se cita a Carrasco y a Vides,
quienes le dieron lecciones de escritura y de aritmética, a Fray Jesús Nazareno
Zidardía, al presbítero José Antonio Negrete, profesor de Historia y de
Religión, y a Guillermo Pelgrón, preceptor de latinidad. Recibió también
lecciones particulares de Historia y de Geografía que le dio don Andrés Bello
(1781- 1865), quien atesoraba ya en su juventud el caudal de conocimientos que
habría de conducirlo con el tiempo a ser el primer humanista de América. La
vocación de Bolívar era el ejercicio de las armas. En enero de 1797, ingresó
como cadete en el Batallón de Milicias de Blancos de los valles de Aragua, del
cual había sido Coronel años atrás su propio padre. No tenía aun 14 años
cumplidos. En julio del año siguiente, cuando fue ascendido a subteniente, se
anotaba en su hoja de servicios: “Valor: conocido; Aplicación: sobresaliente”.
El adiestramiento práctico en los deberes militares lo combinaba Bolívar con el
aprendizaje teórico de materias consideradas entonces la base de la formación
castrense: las matemáticas, el dibujo topográfico, la física, etcétera, que
aprendió en la Academia establecida en la propia casa de Bolívar por el sabio
capuchino fray Francisco de Andújar desde mediados de 1798, y a la cual
asistían también varios amigos de Simón. A comienzos de 1799, viajó a España.
En Madrid, bajo la dirección de sus tíos Esteban y Pedro Palacios, y la
rectoría moral e intelectual del sabio Marqués de Ustáriz, se entregó con
pasión al estudio. Recibió la educación propia de un gentil hombre que se
destinaba al mundo y al ejercicio de las armas: amplió sus conocimientos de
historia, de literatura clásica y moderna y de matemáticas, inició el estudio
del francés y aprendió también la esgrima y el baile, haciendo en todos rápidos
progresos. La frecuencia de tertulias y salones pulió su espíritu, enriqueció
su idioma, y le dio mayor aplomo. En Madrid conoció a María Teresa Rodríguez
del Toro y Alaiza, de quien se enamora. A finales de 1800 pensaba en constituir
un hogar, asegurarse descendencia y regresar a su país, para atender al fomento
de las propiedades. Hubo un compás de espera: en la primavera de 1801, viajó a
Bilbao, donde permaneció casi todo el resto del año. Hizo luego un breve
recorrido por Francia, que le condujo hasta Paris y Amiens.
En mayo de 1802 estaba de nuevo en Madrid,
donde contrajo matrimonio el día 26, con María Teresa. Los jóvenes esposos
viajaron a Venezuela, pero poco duro la felicidad de Simón. María Teresa murió
en enero de 1803. El joven viudo regresó a Europa a fines de ese mismo año y se
estableció en Paris desde la primavera de 1804. En la capital del naciente
Imperio francés, los placeres de una vida social, mundana, y los estímulos de
orden intelectual, compartieron la atención de Bolívar, no menos que el
espectáculo fascinante de una Europa en plena ebullición política. Frecuentó
teatros, tertulias y salones, donde conoció a bellas mujeres, pero trato
igualmente a sabios como Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland, y asistió a
las conferencias y a los cursos libres de estudios donde se divulgaba los
conocimientos y las teorías más recientes. En esta época de su vida, se entregó
con pasión a la lectura. Se encontró de nuevo con Simón Rodríguez, cuyo saber y
cuya experiencia hicieron de él un extraordinario compañero de conversaciones,
lecturas y viajes. Fueron juntos a Italia, y cruzaron a pie la Saboya.
En Roma, un día de agosto de 1805, en el
Monte Sacro, Bolívar juró en presencia de su maestro no dar descanso a su
brazo, ni reposo a su alma hasta haber logrado libertar al mundo
hispanoamericano de la tutela española. De nuevo se separaron Bolívar y Rodríguez.
El primero regresó a París, en donde se afilió por poco tiempo a una logia
masónica. A fines de 1806, al conocer los intentos realizados por el Precursor
Miranda en Venezuela, Bolívar considero que había llegado el momento de volver
a su patria. Se embarcó en un buque neutral que tocó en Charlestón en enero de
1807, recorrió una parte de los Estados Unidos, y regreso a Venezuela a
mediados del mismo año. Vivió entonces como un joven aristócrata, atento al
fenómeno de sus haciendas. En 1807 – 1808 sostuvo un sonado pleito con Antonio
Nicolás Briceño por los linderos de una de ellas; pero pensó siempre en el
porvenir del país. En las reuniones que él y su hermano Juan Vicente celebraban
con sus amigos en la quinta de recreo que poseían en Caracas a orillas del río
Guaire, se hablaba de literatura, pero también se hacían planes para la
independencia de Venezuela. Llegó el 19 de abril de 1810. La junta establecida
ese día nombró a Bolívar, en compañía de Luis López Méndez y de Andrés Bello,
comisionado ante el Gabinete Británico. Cumplida su misión Bolívar regresó a
Londres a fines del mismo año. En el seno de la Sociedad Patriótica de Caracas,
fue uno de los más ardientes abogados por la Independencia, que el Congreso
proclamó el 5 de julio de 1811. Bolívar se incorporó al Ejército y con el grado
de coronel contribuyó en 1811, bajo las órdenes de Miranda, al sometimiento de
Valencia. En 1812, a pesar de sus esfuerzos, no logró evitar que la plaza de
Puerto Cabello, de la cual era Comandante, cayese en poder de las fuerzas
realistas por una traición. A mediados de 1812, el general Miranda capituló
ante el jefe español Domingo de Monteverde. En el puerto de la Guaita, un grupo
de oficiales jóvenes, entre los cuales figuraba Bolívar, deseosos de continuar
la lucha, arrestó al infortunado Precursor. Pero todos los esfuerzos fueron
inútiles. Bolívar logró salvarse gracias a la hidalguía de un amigo suyo, don
Francisco Iturbe, quien obtuvo un pasaporte para él. Se trasladó a Curazao,
luego a Cartagena de Indias, donde redactó y publicó su Memoria dirigida a los ciudadanos de Nueva Granada por un caraqueño,
uno de los escritos fundamentales, en el cual expone ya su credo político, así
como como los principios que habrán de guiar su acción en los años futuros.
Comenzaron entonces sus fulgurantes
campañas militares, en las cuales alternarán victorias y reveses hasta 1818, y
a partir del año siguiente predominarán los triunfos. A la cabeza de un pequeño
ejército, limpió de enemigos los márgenes del río Magdalena, tomó en febrero de
1813 la Villa de Cúcuta, e inició en mayo la liberación de Venezuela. La serie
de combates y de hábiles maniobras que en tres meses le condujeron vencedor
desde la frontera del Táchira hasta Caracas, a donde entró el 6 de agosto,
merecen en verdad el nombre de Campaña Admirable con que se le conoce. A su
paso por Trujillo en junio, había dictado el Decreto de guerra a muerte, con el objeto de afirmar el incipiente
sentimiento nacional de los venezolanos. Poco antes, a su paso por la ciudad de
Mérida, los pueblos le habían aclamado Libertador,
título que le confirieron solemnemente en octubre de 1813 la Municipalidad
y el pueblo de Caracas, y con el cual habrá de pasar a la historia. El período
que va de agosto de 1813 a julio de 1814, la Segunda República, es en verdad el
año terrible de la historia de Venezuela. La Guerra a Muerte hacia furor, y los
combates y batallas indecisos, afortunados o perdidos se sucedían unos a otros
con gran rapidez. A pesar de victorias como la de Araure, la de Bocachica, o la
primera batalla de Carabobo, y de resistencias tan heroicas como la del campo
atrincherado de San Mateo y de la ciudad de Valencia, tanto Bolívar como el
General Santiago Mariño (quien había liberado antes el oriente del país), se
vieron obligados a ceder ante el número de los adversarios, cuyo principal
caudillo era el realista José Tomás Boves. Este triunfo en la Batalla de La
Puerta (junio de 1814), y los patriotas se vieron en la necesidad de evacuar la
ciudad de Caracas.
Se produjo una gran emigración hacia el
oriente del país. Allí, Bolívar y Mariño vieron su autoridad desconocida por
sus propios compañeros de armas. El Libertador hallo de nuevo fraterno asilo en
las contiendas políticas internas y logró que la ciudad de Bogotá se
incorporase a la Provincias Unidas. En mayo de 1815, hallándose frente a
Cartagena, Bolívar abandonó el mando para evitar el estallido de la guerra
civil. Asilado en Jamaica desde mayo hasta diciembre de 1815, aguardó
impaciente el momento de intervenir de nuevo en la lucha. Mientras tanto,
meditaba acerca del destino de Hispanoamérica y redactaba en septiembre la
célebre Carta de Jamaica, donde
abrazaba con penetrante comprensión y con visión profética el pasado, el
presente y el porvenir del continente. Mientras que la derrota de Napoleón en
Europa y la llegada a Venezuela de un poderoso ejército español al mando del
general Pablo Morillo infundían nuevos ánimos a los partidarios de la causa
realista, Bolívar tras escapar en Kingston del puñal de un asesino a sueldo, se
trasladó a la República de Haití, en buscar de recursos para continuar la
lucha. El presidente del aquél estado Alejandro Pétion, se los proporciono con
magnanimidad. Pronto salió de Los Cayos una expedición al mando de Bolívar, que
llegó en mayo de 1816 a la isla de Margarita y pasó poco después al continente.
Carúpano fue tomado por asalto, y ahí dio Bolívar, el 2 de junio, un decreto
que concedía la libertad a los esclavos. La expedición pasó luego al puerto de
Ocumare de la Costa, en donde Bolívar se vio separado accidentalmente del
grueso de sus fuerzas, y debió embarcarse de nuevo. Regresó a Haití, en donde
organizó una segunda expedición que llegó a la isla de Margarita a fines del
año. A comienzos de 1817, Bolívar se hallaba en Barcelona. Su objetivo era
apoderarse de la Provincia de Guayana, y hacer de ella la base de la liberación
definitiva de Venezuela. En julio, la capital de aquella provincia Angostura
(hoy Ciudad Bolívar), era tomada por los patriotas. Se organizó de nuevo el
estado de gobierno, el Consejo Superior de Guerra, la alta Corte de Justicia,
el Tribunal del Consulado, y se preocupó por establecer un periódico (que
aparecerá en junio de 1818), El Correo del Orinoco. Entre tanto tuvo
que luchar no sólo contra los españoles sino también contra la anarquía que se
había insinuado en su propio campo: en octubre de 1817, tras un juicio militar
al general Manuel Piar, uno de los principales jefes republicanos, era fusilado
en Angostura.
Hacia esos mismos días, el Libertador
dictaba la Ley de Repartición de Bienes
Nacionales, que habrá de contribuir en fortalecer el sentimiento
patriótico. En 1818, La Campaña del Centro se iniciaba bajo favorables
auspicios, pues el Libertador logró sorprender en Calabozo al general realista
Morillo, pero los republicanos fueron derrotados en el sitio de Semén. Días
después en el Rincón de los Toros, Bolívar estuvo a punto de morir a manos de
una patrulla realista, en plena noche. El 5 de junio, se hallaba de nuevo en
Angostura. Llegaron entonces un agente diplomático de los Estados Unidos y gran
número de voluntarios europeos. El Segundo Congreso de Venezuela, convocado por
Bolívar, se reunió en Angostura el 15 de febrero de 1819. Ante él pronunció un
discurso que es uno de los documentos fundamentales de su ideario político. Le
presentó, también, un proyecto de constitución. Poco después, emprendía la
campaña que debía de liberar a la Nueva Granada. El ejército tramontó los Andes
por el inhóspito páramo de Pisba, y, tras los cruentos combates, en julio de 1819,
de Gámeza y del Pantano de Vargas, obtuvo un triunfo decisivo en la batalla de
Boyacá, el 7 de agosto. Días después, Bolívar entró en Bogotá. Dejando
organizadas las provincias de la Nueva Granada bajo el mando del general
Francisco de Paula de Santander, el Libertador regresó a Angostura, donde el
Congreso, a propuesta suya, expidió la Ley
fundamental de la República de Colombia en diciembre de 1819.
Este gran Estado, creación del Libertador,
comprendía las actuales repúblicas de Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá. A
estos acontecimientos que habían fortalecido la causa republicana, vino a
sumarse la Revolución Liberal, que estalló en España en enero de 1820. La
situación había cambiado. En todas partes los ejércitos de la República
obtenían ventajas. Cartagena era sitiada, Mérida y Trujillo liberadas. El nuevo
Gobierno español intentaba llegar a un acuerdo pacífico con los patriotas. Los
comisionados de ambas partes firmaron en Trujillo, en noviembre de 1820, un Tratado de Armisticio y otro de Regularización de la Guerra. El
libertador y el general Morillo se entrevistaron en el pueblo de Santa Ana.
Algunos meses después, expirado el Armisticio, los ejércitos republicanos se
ponían en marcha hacia Caracas. El 24 de junio de 1821 en la Sabana de Carabobo.
Bolívar dio una batalla que decidió definitivamente la independencia de
Venezuela. Los restos del ejercito realista se refugiaron en Puerto Cabello,
que caerá en1823. El Libertador entró triunfante en su ciudad natal, en medio
de la alegría de sus conciudadanos, el 29 de junio de 1821. Volvió ahora la
mirada hacia el Ecuador, dominado todavía por los españoles. Por Maracaibo se
dirigió a Cúcuta, en donde se hallaba reunido el Congreso, y de allí a Bogotá.
En 1822, dos ejércitos patriotas trataron de liberar Quito: Bolívar condujo el
del Norte, el general Antonio José de Sucre el del Sur partiendo de Guayaquil.
La acción de Bomboná, dada por Bolívar en abril, quebrantó la resistencia de
los pastusos, mientras la batalla de Pichincha, ganada por Sucre el 24 de mayo,
liberaba definitivamente al Educador, que quedaba integrado a la gran República
de Colombia. En Quito Bolívar encontró a Manuela Sáenz, el gran amor de los
últimos años de su vida. El 11 de julio, Bolívar se hallaba en Guayaquil, en
donde desembarcaba el día 25 el general José de San Martín, procedente del
Perú. Allí se abrazaron y se entrevistaron los dos ilustres capitanes de la
independencia suramericana. Lo que conferenciaron en privado consta en los
documentos auténticos emanados de Bolívar y su Secretaría General. El objetivo
principal del general San Martín, que era negociar sobre el destino futuro de
Guayaquil, no pudo realizarse, puesto que la Provincia se había incorporado ya
a la República de la Gran Colombia. A mediados de1823, la situación político –
militar del Perú se había deteriorado muchísimo. Llamado por el Congreso y el
pueblo de aquella Nación, el Libertador se embarcó en Guayaquil el 7 de agosto
y llegó a comienzos de septiembre a El Callao.
La anarquía reinaba entre los patriotas.
Bolívar, facultado únicamente para dirigir las operaciones militares, se dedicó
con tesón a reorganizar el ejército, dándole como núcleo central los cuerpos
que le habían acompañado desde Guayaquil. En enero de 1824 Bolívar se hallaba
enfermo de cuidado en Pativilca, en la costa de Perú, donde recibió la noticia
de que la guarnición de El Callao se había pasado a los realistas. Ante tantas
dificultades, su indomable espíritu se manifestó en su exclamación famosa:
“¡Triunfar!”. Lima cayó en manos de los realistas, pero el Congreso de Perú,
antes de disolverse, nombró a Bolívar Dictador –como en la antigua República
Romana- con facultades ilimitadas para salvar el país. El acepto serenamente
tan tremenda responsabilidad. Retirado a Trujillo, trabajo infatigablemente. Su
genio y su fe en el destino de América operaron el milagro. Emprendió la
ofensiva, y el 6 de agosto de 1824, derrotó al ejército Real del Perú. La
campaña continuaba y mientras Bolívar entraba en Lima y establecía el sitio de
El Callao, el general Sucre en Ayacucho ponía el sello definitivo a la libertad
de americana el 9 de diciembre de 1824. Dos días antes, desde Lima, Bolívar
había dirigido a los gobiernos de Hispanoamérica una invitación para enviar sus
plenipotenciarios al Congreso que habría de reunirse en Panamá, el cual
efectivamente se celebró en junio de 1826. Había terminado la fase militar de
la Independencia. El 10 de febrero de 1825, ante el Congreso peruano reunido en
Lima, Bolívar renunciaba a los poderes ilimitados que le habían sido
conferidos. Dos días más tarde aquel cuerpo decretaba honores y recompensas al
Ejército y al Libertador, pero éste no aceptó el millón de pesos que se le
ofrecían particularmente. Salió luego de la capital para visitar Arequipa, El
Cuzco y las provincias que entonces se llamaban del Alto Perú.
Estas se constituyeron en nación, y lo
hicieron bajo la égida del héroe: “República Bolívar”, se llamó la que hoy
conocemos con el nombre de Bolivia. Para el nuevo estado Bolívar redactó en
1826 un Proyecto de Constitución en el cual están expresadas sus ideas para la
constitución del orden y la independencia de los países recién emancipados.
Entre tanto, una Revolución acaudillada por el General Páez –“La Cosiata”-
había estallado en Venezuela contra el gobierno de Bogotá, en abril de 1826.
Bolívar regresó a Caracas y logró restablecer la paz a comienzos de 1927. Sin
embargo, las fuerzas de disociación predominaban sobre las tendencias
aglutinadoras. Bolívar se distanciaba más, política y personalmente del vicepresidente
Santander, hasta que sobrevino la ruptura total. El 5 de julio de 1827 Bolívar
salía por última vez de Caracas, se embarcó en La Guaira, y por la vía de
Cartagena llegaba a Bogotá. Allí, el 10 de septiembre, prestó ante el Congreso
Juramento como Presidente de la República. La Convención Nacional reunida en
Ocaña en 1828 se disolvió sin que los diversos partidos hubiesen logrado
ponerse de acuerdo. Bolívar, aclamado Dictador, escapó a Bogotá, en septiembre
de aquel año, a un atentado contra su vida. Poco después, hubo de ponerse en
campaña para enfrentarse a las fuerzas de Perú, que habían penetrado en el
Educador, en donde permaneció durante casi todo el año de 1829. A pesar de
estar enfermo y de sentirse cansado, luchó para salvar su obra. A Comienzos de
1830 volvió a Bogotá para instalar el Congreso Constituyente. Venezuela se
agitó de nuevo y se declaró estado independiente. En la Nueva Granada, la
oposición crecía y se fortalecía. El Libertador, cada vez más enfermo, renunció
a la Presidencia y emprendió viaje hacia la costa. La noticia del asesinato del
mariscal Sucre, que recibió en Cartagena, le afectó profundamente. Pensó
marchar a Europa, pero la muerte le sorprendió en San Pedro Alejandrino, una
hacienda situada, en las cercanías de Santa Marta, el 17 de diciembre de 1830.
Días antes, tras recibir los auxilios espirituales de un sacerdote, el 10
había dirigido a sus compatriotas su
última proclama, que es su testamento político. Sobresalió entre sus
contemporáneos por sus talentos, su inteligencia, su voluntad y abnegación,
cualidades que puso íntegramente al servicio de una grande y noble empresa: la
de liberar y organizar para la vida civil a muchas naciones que hoy ven en él a
un Padre. Sus restos mortales, traídos a Venezuela con gran pompa en 1842,
reposan hoy en el Panteón Nacional, en Caracas.
Bibliografía:
Diccionario
Biográfico.1640 Figuras de Venezuela. Editorial Globe. Caracas.2009. Págs. 114
a 119.