Vistas de página en total

Entradas populares

Bienvenidos a Solariego. Un blog para opinar y compartir saberes...

Solariego es un blog para iluminar la comunicación sobre temas educativos y culturales, valores, pensamiento filosófico y cualquier arista del saber que quiera ser compartido desde el respeto del pensamiento, la creación de ideas y conocimientos personales o colectivos.

martes, 10 de marzo de 2015

EDUCADORES VENEZOLANOS: ÁNDRES BELLO






ANDRÉS BELLO.
(1781 – 1865)
Nace en Caracas el 29 de noviembre  de 1781 y muera en Santiago de Chile el 15 de octubre de 1865. Humanista. Historiador. Pota. Filólogo. Legislador.
Hijo primogénito de don Bartolomé Bello –músico y abogado- y de doña Antonia López. Sus primeros maestros fueron frailes del convento de Las Mercedes. Entre ellos, el de mayor importancia, el P. Cristóbal de Quesada, quien lo disciplinó valiéndose de la lengua latina y de sus grandes poetas, Virgilio en particular. Desde muy joven le fueron familiares a Bello los más notables escritores del Siglo de Oro español, y los autores más representativos del neoclasicismo hispánico. Con ellos inicia su formación literaria.
La vida de Bello puede organizarse en tres etapas. Una primera que comienza con su nacimiento en la Caracas colonial y culmina con su viaje a Londres en 1810; una segunda que se inicia el día en que llega a la casa de Miranda en la Grafton  Street en Londres, a los veintinueve años, y concluye con su muerte, a los ochenta y cuatro años. En 1865. Estas tres etapas vitales dan pie para organizar, también, su obra poética: del período caraqueño queda su lírica bucólica, aquella que Picón Salas llamó “sueño virgiliano”, aquella que se declamaba en casa de los Ustáriz y que luego fue publicada por Bello, después de haber pasado por el crisol de sus severos criterios selectivos. No es esta su etapa poética luminosa.
La segunda etapa va de la mano de sus años londinenses, de su rutina diaria de asistir a la biblioteca del British Museum a leer fervorosamente. Los bibliotecarios lo reconocían y le respetaban la costumbre de ocupar el mismo sillón, frente al mismo escritorio, durante casi veinte años. Allí estaba míster Bello leyendo, navegando entre folios y lomos de cuero que contenían el intento de organizar el mundo. Sobreviviendo como preceptor de los hijos de primeras figuras de la política inglesa, míster Bello combina sus días entre la enseñanza y la investigación, entre la lectura y la escritura. Hacia 1823 le da forma a su proyecto editorial: ese año sale la revista Biblioteca  Americana, órgano que anima a la Sociedad de Americanos en Londres, a la cual está afiliado Bello, y en ella publica su Alocución a la poesía. La revista tuvo, como era de esperarse, corta vida, pero no ocurrió lo mismo con el entusiasmo de Bello. Esta vez se embarca en un proyecto solitario: hacer otra revista que llevará por nombre Repertorio Americano, en cuyo primer número publica la Silva a la agricultura de la zona tórrida. Corre el año de 1826.
Según Emir Rodríguez Monegal, en su libro  El otro Andrés Bello (1969), en estos años, 1823-1826, se produce un cambio sustancial en Bello, afirma: “… se produce en la situación literaria y poética de Bello una transformación tan sutil que ha sido muy poca advertida, sino totalmente ignorada por sus biógrafos y críticos. En esos tres años Bello madura rápidamente su estética y su visión creadora. Como crítico, salta del eclecticismo sazonado con que contempla el crepúsculo del neoclasicismo en sus artículos de la Biblioteca, a la comprensión de poetas y estéticas del romanticismo triunfante; como poeta, madura su visión americana y produce la Silva a la agricultura de la zona tórrida”.
Pero si en la Alocución la invitación a la poesía es a mirar hacia el nuevo continente, su geografía y  su época libertaria, en la Silva (…) se articula una proposición más compleja. La obsesión que mueve a Bello en ese poema es de otro tenor: si en la Alocución (…) brilla una exaltación de las armas como instrumento liberador, en la Silva (…) esplende un llamado a la paz.
Esta paz con la que Bello, el constructor, sueña, es de los labriegos. ¿Vuelta a la poesía bucólica de sus primeros años caraqueños? No. La paz que esboza el proyecto americano de Bello es la del trabajo. El poeta se da cuenta de la importancia radical que tiene la curación de la herida de la guerra, para la verdadera construcción de una república. Desliza, además, una dicotomía moral: la paz está en el campo, la ambición en la ciudad. Aquí, sin duda, esgrime una sonrisa el Bello lector de la poesía clásica, pero también la dibuja el humanista.
La segunda etapa de su poesía concluye, en j1829. Busca regresar a su país, pero las condiciones no le son propicias; en cambio, Chile le abre sus puertas. Si, allí llega a tener lugar el esplendor del maestro, del legislador y del filólogo, no ocurrió lo mismo con el poeta. Para el momento en que zarpa hacia Valparaíso lo fundamental de la obra poética de Bello ya está escrito. Durante el período chileno publica algunas de las traducciones que han adelantado en Londres, entre ellas las de Tíbulo y Horacio. Además da a conocer otras, cuyas versiones han sido acabadas en suelo chileno, la de Petrarca y la del Salmo 50. También su famosa “Oración para todos”, imitación de Víctor Hugo, es fruto de aquellos años finales.
La larga vida de Andrés Bello llega a su final. En el año 1865, este testigo y actor privilegiado, ha visto realizarse un sueño. Lo que alguna vez conversón con Bolívar y  López Méndez en aquella nave que los llevaba a Inglaterra, es un hecho: las repúblicas americanas se abren paso hacia su razón de ser y en ese camino, sin duda, el aporte de Bello es principal. Tan es así que la poesía  que le sucede es, en muchos sentidos, tributaria de su proyecto americano. Hasta finales del siglo  XIX, la influencia del poeta es determinante. No solo queda su huella en los inmediatos sucesores, que llevan el testigo mas allá de donde lo encontraron, sino en autores como Francisco  Lazo Martí, casi ochenta años después de la publicación de la Silva a la agricultura de la zona tórrida.
Su portentosa obra, desde su Gramática a su Silva y de alguna manera, su obra toda se constituye, tal como se ha dicho, en el más extraordinario intento de hacer posible culturalmente lo que la Independencia había logrado con las armas: la constitución de una nueva configuración de pueblos. La Gramática es delimitación y apropiación del  idioma imperial para legitimarlos como lengua de los pueblos nacientes, lo que serían las nuevas naciones americanas, las silvas constituyen el llamado a la reconstrucción de los pueblos desvastados por la guerra. La delimitación cultural realizada por Bello inicia sin duda en América la emergencia cultural, que no ha cesado en las décadas y siglos posteriores, de la construcción de la identidad.
Bibliografía
Diccionario General de la Literatura Venezolana. Monte Ávila Editores Latinoamericana CA. Caracas. 2013.

No hay comentarios:

Publicar un comentario