ANDRÉS BELLO.
(1781 – 1865)
Nace en Caracas el 29 de noviembre de 1781 y muera en Santiago de Chile el 15 de
octubre de 1865. Humanista. Historiador. Pota. Filólogo. Legislador.
Hijo primogénito de don Bartolomé Bello –músico y abogado- y
de doña Antonia López. Sus primeros maestros fueron frailes del convento de Las
Mercedes. Entre ellos, el de mayor importancia, el P. Cristóbal de Quesada,
quien lo disciplinó valiéndose de la lengua latina y de sus grandes poetas,
Virgilio en particular. Desde muy joven le fueron familiares a Bello los más
notables escritores del Siglo de Oro español, y los autores más representativos
del neoclasicismo hispánico. Con ellos inicia su formación literaria.
La vida de Bello puede organizarse en tres etapas. Una
primera que comienza con su nacimiento en la Caracas colonial y culmina con su
viaje a Londres en 1810; una segunda que se inicia el día en que llega a la
casa de Miranda en la Grafton Street en
Londres, a los veintinueve años, y concluye con su muerte, a los ochenta y
cuatro años. En 1865. Estas tres etapas vitales dan pie para organizar,
también, su obra poética: del período caraqueño queda su lírica bucólica,
aquella que Picón Salas llamó “sueño virgiliano”, aquella que se declamaba en
casa de los Ustáriz y que luego fue publicada por Bello, después de haber
pasado por el crisol de sus severos criterios selectivos. No es esta su etapa
poética luminosa.
La segunda etapa va de la mano de sus años londinenses, de su
rutina diaria de asistir a la biblioteca del British Museum a leer
fervorosamente. Los bibliotecarios lo reconocían y le respetaban la costumbre
de ocupar el mismo sillón, frente al mismo escritorio, durante casi veinte
años. Allí estaba míster Bello leyendo, navegando entre folios y lomos de cuero
que contenían el intento de organizar el mundo. Sobreviviendo como preceptor de
los hijos de primeras figuras de la política inglesa, míster Bello combina sus
días entre la enseñanza y la investigación, entre la lectura y la escritura.
Hacia 1823 le da forma a su proyecto editorial: ese año sale la revista Biblioteca
Americana, órgano que anima a la Sociedad de Americanos en Londres,
a la cual está afiliado Bello, y en ella publica su Alocución a la poesía. La revista tuvo, como era de esperarse, corta
vida, pero no ocurrió lo mismo con el entusiasmo de Bello. Esta vez se embarca
en un proyecto solitario: hacer otra revista que llevará por nombre Repertorio Americano, en cuyo primer
número publica la Silva a la agricultura
de la zona tórrida. Corre el año de 1826.
Según Emir Rodríguez Monegal, en su libro El
otro Andrés Bello (1969), en estos años, 1823-1826, se produce un cambio
sustancial en Bello, afirma: “… se produce en la situación literaria y poética
de Bello una transformación tan sutil que ha sido muy poca advertida, sino
totalmente ignorada por sus biógrafos y críticos.
En esos tres años Bello madura rápidamente su estética y su visión creadora. Como
crítico, salta del eclecticismo sazonado con que contempla el crepúsculo del neoclasicismo
en sus artículos de la Biblioteca, a
la comprensión de poetas y estéticas del romanticismo triunfante; como poeta,
madura su visión americana y produce la
Silva a la agricultura de la zona tórrida”.
Pero si en la Alocución
la invitación a la poesía es a mirar hacia el nuevo continente, su geografía
y su época libertaria, en la Silva (…)
se articula una proposición más compleja. La obsesión que mueve a Bello en ese
poema es de otro tenor: si en la Alocución (…) brilla una exaltación de las
armas como instrumento liberador, en la Silva (…) esplende un llamado a la paz.
Esta paz con la que Bello, el constructor, sueña, es de los
labriegos. ¿Vuelta a la poesía bucólica de sus primeros años caraqueños? No. La
paz que esboza el proyecto americano de Bello es la del trabajo. El poeta se da
cuenta de la importancia radical que tiene la curación de la herida de la
guerra, para la verdadera construcción de una república. Desliza, además, una dicotomía
moral: la paz está en el campo, la ambición en la ciudad. Aquí, sin duda,
esgrime una sonrisa el Bello lector de la poesía clásica, pero también la
dibuja el humanista.
La segunda etapa de su poesía concluye, en j1829. Busca regresar
a su país, pero las condiciones no le son propicias; en cambio, Chile le abre
sus puertas. Si, allí llega a tener lugar el esplendor del maestro, del
legislador y del filólogo, no ocurrió lo mismo con el poeta. Para el momento en
que zarpa hacia Valparaíso lo fundamental de la obra poética de Bello ya está
escrito. Durante el período chileno publica algunas de las traducciones que han
adelantado en Londres, entre ellas las de Tíbulo y Horacio. Además da a conocer
otras, cuyas versiones han sido acabadas en suelo chileno, la de Petrarca y la
del Salmo 50. También su famosa “Oración para todos”, imitación de Víctor Hugo,
es fruto de aquellos años finales.
La larga vida de Andrés Bello llega a su final. En el año
1865, este testigo y actor privilegiado, ha visto realizarse un sueño. Lo que
alguna vez conversón con Bolívar y López
Méndez en aquella nave que los llevaba a Inglaterra, es un hecho: las
repúblicas americanas se abren paso hacia su razón de ser y en ese camino, sin
duda, el aporte de Bello es principal. Tan es así que la poesía que le sucede es, en muchos sentidos,
tributaria de su proyecto americano. Hasta finales del siglo XIX, la influencia del poeta es determinante.
No solo queda su huella en los inmediatos sucesores, que llevan el testigo mas
allá de donde lo encontraron, sino en autores como Francisco Lazo Martí, casi ochenta años después de la
publicación de la Silva a la agricultura de la zona tórrida.
Su portentosa obra, desde su Gramática a su Silva y de alguna
manera, su obra toda se constituye, tal como se ha dicho, en el más
extraordinario intento de hacer posible culturalmente lo que la Independencia
había logrado con las armas: la constitución de una nueva configuración de
pueblos. La Gramática es delimitación y apropiación del idioma imperial para legitimarlos como lengua
de los pueblos nacientes, lo que serían las nuevas naciones americanas, las
silvas constituyen el llamado a la reconstrucción de los pueblos desvastados
por la guerra. La delimitación cultural realizada por Bello inicia sin duda en América
la emergencia cultural, que no ha cesado en las décadas y siglos posteriores,
de la construcción de la identidad.
Bibliografía
Diccionario General de la Literatura Venezolana. Monte Ávila
Editores Latinoamericana CA. Caracas. 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario