Escrito por Mireya Hidalgo.
En aquélla casa grande y solitaria en medio de la sabana, estaba en su habitación Palmira, balanceándose apenas en el chinchorro, recién llegada de bañarse en el arroyo... Después de que preparó la cena para los obreros de la finca donde trabajaba, recordó como más temprano aquél día, ordenó la cocina como de costumbre; luego decidió reposar en la mecedora del corredor, deseaba relajarse antes de ir a bañarse al río cercano a la casa. Pasado un rato se incorporó, fue por la toalla, el jabón, una muda de ropa limpia y se diŕigió por el camino empedrado hacia el agua, de suave corriente cristalina que tanto le gustaba…Allí disfrutaba del sonido y la caricia del torrente plácidamente… cuando sintió como si alguien la observaba. Le entro intempestivamente un extraño presentimiento e intentó salir rápidamente de su inmersión, pero un fuerte mareo con un agudo dolor de cabeza la detuvo. Lo más rápido que pudo terminó el baño, se vistió… entonces se dio cuenta de que su visión también se volvía borrosa, no obstante, llegó a la casa, se preparó un té de toronjil y se acostó…
A pesar del mareo y el dolor se durmió rápidamente. Solo para despertarse, unas dos horas más tarde con una horrible sensación corporal, sentía las piernas encalambradas, el pecho oprimido, el pulso acelerado, el mareo, el dolor y la visión borrosa se habían acentuado. Tuvo estremecimientos seguidos, como de fiebre. Confundida y aturdida se quedó pensando, tratando de entender lo que le sucedía. Recordó que además del cansancio natural por el trabajo y las preocupaciones por el sustento de sus hijos, se sentía bien. Entonces un oscuro pensamiento se apoderó de ella, y empezó a considerar que tal vez, a sus cuarenta y cinco años, ya le había llegado el momento de partir, también en medio del malestar considero que era muy poco lo que podía hacer, en esa lejanía, sin alguien que pudiera ayudarla, con un medio de transporte o un médico…
Trato de evadir esta idea, se acurruco en el chinchorro, pero se sentía cada vez peor… entre dormida y despierta percibió una presencia fría y oscura, que la atraía hacia ella, en medio de su malestar…Fue una noche de agonía, de sufrimiento corporal y mental. Solo pudo aceptar su suerte, ponerse en las manos de Dios, también le pidió intercesión a La Virgen, Jesucristo y al Espíritu Santo, para que con su luz y fuerza la ayudarán a cumplir su destino, oró…Unas cuantas veces intentó levantar su peso de mujer robusta, sin lograrlo. Con el transcurrir del tiempo todo empeoro, la entidad seguía allí, la sentía, en el frío, en el dolor, los estremecimientos, calambres… el silencio atormentador, y esa oscuridad infinita…
Serían como las cinco de la mañana cuando Palmira despertó, todo estaba normal, se levantó, no podía creerlo… fue a la cocina retando al malestar que había sentido, para ver si volvía…Pues no, se había ido… Entonces agradeció a Dios y se dirigió a ver la claridad, la vida, una vez más… Pero cuando su mirada se fijó en el suelo y en las plantas que recibían sombra, observó un rastro que nunca había visto, parecía el vómito de un estómago enfermó, que se vació, sobre una tinaja que estaba al pie de un arbusto…aquello era horroroso. Entonces, por unos instantes, percibió la aterradora entelequia de nuevo… Respiró profundo, sintió que un sol radiante, le daba su calor y que, lo que casi la hace desfallecer, la noche anterior fuera lo que fuera, poco a poco se alejaba…Todo estaba bien.
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