Verwischte Kanten/ Bordes borrosos. Relato.
Colaboración de:MediocreStory
El
vehículo se desplazo, sin mayor problema, en el amparo de la noche, su
conductor siendo sumamente cuidadoso, finalmente, tras varios minutos de
imparable avance por la carretera que atraviesa aquella espesura, el vehículo
se detiene en un pequeño espacio a un lado del camino, justo al lado de los
arboles, su ocupante apaga el motor, enciende la luz del interior y suspira.
Mira
al asiento del copiloto, donde había dejado solamente lo necesario, una
linterna.
Sonrió
levemente, ante el prospecto que implicarían sus acciones futuras, en
particular, la necesidad de finalmente pasarse por su hogar, después de tanto.
Bajo
del vehículo, tranco las puertas y dejo la alarma puesta, sintió la fresca y
realmente agradable brisa perpetuamente otoñal que este bosque siempre tenía,
al menos, para los ojos de uno de sus habitantes.
Encendió
la linterna y empezó a caminar, seguro, confiado, conocía el camino, conocía la
adivinanza y conocía el método que había
mantenido aquel borroso borde del mundo apartado de los ojos de curiosos
impertinentes, etiqueta que se le podría aplicar a las masas en general.
Aunque,
después de los curiosos impertinentes, siempre estaban los que consideraban que
susodichos bordes, puesto de manera simple "No deberían existir",
otro de los muchos motivos por los que este método tan engorroso podía resultar
necesario y comprensible.
Siguió
caminando, iluminando su camino, casualmente, sin realmente preocuparse por la
oscuridad que lo rodeaba, de cualquier manera, ¿por qué se preocuparía en un
sitio que había sido su hogar desde hacia tanto?
Camino,
y camino, supo que se aproximaba en cuanto el cielo se oscureció, dejando una
noche apagada, sin estrellas, aquel sitio donde los dos mundos se conocían, parecía ya estar ejerciendo su influencia,
distorsionando levemente el entorno.
La
marcha por el ahora mortalmente silente bosque, afectado por aquella magia de
rara naturaleza, donde la brisa otoñal perpetua, perceptible para aquellos que
sabían y habían hecho de este bosque su hogar, había desaparecido, quedando el
bosque casi estático.
La
penúltima parada antes del cruce fue alcanzada en tan solo un par de minutos, y
aquella escalera de antiguo estilo, se presento ante el prontamente,
simplemente estaba ahí, a la mitad del bosque, la marca que le daba la
bienvenida a los habitantes del bosque, a la ultima parte de su viaje.
Ahora
solo quedaba la adivinanza.
Descendió
por las escaleras, pisando unas pocas secas hojas, generando sonidos de
crujidos bajo sus pies, sabía muy bien que ella tenía buen oído, como todas las
de su especie, así que ya debería haber escuchado su pequeña algarabía, además
de haber sentido como algo entraba al cruce.
Se
acomodo levemente la chaqueta ante el nuevo frio que ahora plagaba la especie
de mazmorra que tanto a él, como a tantos, les había dado la bienvenida.
Siguió,
iluminando su camino por un gran pasillo, largo y oscuro, hasta que finalmente,
tras aquel familiar recorrido, encontró la última parada antes de llegar al
cruce.
La
adivinanza de la esfinge. Guardiana pétrea e inamovible del cruce, que había
resguardado sin flaquear aquella encrucijada de mundos, más antigua quizá, que el propio bosque.
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